miércoles, 12 de mayo de 2010

ALGUNAS CIFRAS


Atención religiosa a:

315.000 niños que reciben el Bautismo cada año.
Más de 120.000 parejas que se han casado por la Iglesia en este año.
10 millones de católicos que asisten a Misa cada domingo.
Cientos de miles de voluntarios que colaboran en acciones pastorales y/o son miembros activos de Asociaciones y Cofradías.
La Iglesia atiende también a:

Cerca de 1.400.000 niños que asisten a centros educativos de la Iglesia.
Más de 200.000 inmigrantes en distintos Servicios y Centros.
Los privados de libertad de 77 cárceles españolas.
Más de 50.000 niños y jóvenes de educación especial.
Más de 25.000 huérfanos.
Más de 57.000 ancianos.
La Iglesia trabaja a diario en:

Más de 200 centros hospitalarios, ambulatorios y dispensarios.
876 casas para ancianos, enfermos crónicos, inválidos y minusválidos.
Cerca de 900 orfanatos y centros para la tutela de la infancia.
Más de 300 guarderías.
365 centros especiales de educación o reeducación social.
144 centros de caridad y sociales y 300 consultorios y centros para la defensa de la vida y la familia.
147 países donde están cerca de 18.000 sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares en misiones.

X TANTOS



jueves, 6 de mayo de 2010

LOS SIGNOS DE REVERENCIA: LAS POSTURAS

La Ordenación General del Misal Romano (OGMR) da unas normas claras de las posturas corporales que hay que adoptar durante la Eucaristía. Para el Misal Romano "la postura uniforme, seguida por todos los que toman parte en la celebración, es un signo de comunidad y unidad de la Asamblea" (OGMR nº 42).

Las posturas corporales que el Misal Romano indica(OGMR 43) son las que resumimos a continuación:

* DE PIE estaremos desde el canto de entrada hasta el final de la oración Colecta; durante la lectura del Evangelio y el canto del Aleluya que le precede; durante la profesión de Fe (Credo) y la oración de los Fieles; desde que empieza la oración de las ofrendas hasta la consagración; después de la consagración hasta después de la comunión y desde la oración de después de la comunión hasta que el sacerdote abandona el altar. Todas las oraciones deben oírse de pie como actitud de respeto y buena disposición. Esta generalizada la costumbre (errónea) de oír sentados la oración sobre las ofrendas.

* SENTADOS estaremos durante las lecturas que preceden al Evangelio, incluido el Salmo responsorial; durante la homilía; mientras se hace la preparación de los dones en el ofertorio y a lo largo del silencio posterior a la comunión.

* DE RODILLAS estaremos solamente durante la Consagración, aunque por razones de edad, incomodidad del lugar o aglomeración que lo impida se podrá estar respetuosamente de pie.

Fuera de las posturas propias de la Misa hay otras posturas reverentes que pasamos a relacionar. Se pueden adoptar dos clases de posturas corporales: la inclinación y la genuflexión.
La inclinación indica reverencia y honor a las personas o a lo que representan y puede ser de dos tipos: inclinación de cabeza e inclinación de cuerpo o profunda, se hace desde la cintura. La inclinación de cabeza se le hace al nombre de Jesucristo, de la Virgen y del santo en cuyo honor se celebra la Misa. Se debe hacer reverencia profunda en el Credo o Símbolo al iniciarse las palabras “ Y por obra del Espíritu Santo...” arrodillándonos si es la Solemnidad de Navidad o la fiesta de la Anunciación del Señor. Asimismo la bendición presidencial que concluye la Misa se debe recibir con inclinación de cabeza.
La inclinación de cuerpo o reverencia profunda se le hace al altar cuando no está allí el Santísimo; también se debe hacer inclinación profunda cada vez que se sirva al obispo o se pase por delante de él; se hace antes y después de las incensaciones y en algunas otras ocasiones en que está dispuesto. Deben hacer inclinación profunda al altar que simboliza a Cristo y no al sacerdote como equivocadamente se hace a veces todas aquellas las personas que suban al presbiterio para realizar alguna función como por ejemplo los lectores o los que van a hacer las peticiones de la Oración Universal de los Fieles, que vulgarmente llamamos preces, tanto al llegar como al marcharse.

La genuflexión se hace siempre con la rodilla derecha llevándola hasta el suelo y significa adoración. Por ser signo de adoración está reservada al Santísimo Sacramento y a la Santa Cruz en la liturgia del Viernes Santo.

En resumen, se debe hacer genuflexión cada vez que pasemos por delante del Santísimo Sacramento e inclinación profunda al altar todos los que se acercan al presbiterio o se alejan de él (por ejemplo los que se han acercado para hacer alguna lectura o petición).

LA INCENSACIÓN


El rito de incensación expresa reverencia y oración. La materia que se coloca en el incensario debe ser incienso puro o en caso de agregarle alguna sustancia se debe procurar que la cantidad de incienso sea mucho mayor.

En cuanto a la forma de incensar siempre ha de hacerse con movimientos dobles únicamente. Antes y después de incensar se debe hacer una inclinación profunda a la persona u objeto que se inciensa. Con tres movimientos dobles se inciensa: el Santísimo Sacramento (que ha de hacerse de rodillas), la reliquia de la Santa Cruz, las imágenes del Señor que estén expuestas solemnemente (en besamanos por ejemplo), los dones para el sacrificio, la cruz del altar, el Evangelario, el cirio Pascual, el ministro celebrante y el pueblo (donde se incluyen las autoridades que estén presentes de manera oficial y el coro). Con dos movimientos dobles se inciensa en el resto de los casos. Antes y después de la incensación se debe hacer una reverencia profunda a la persona u objeto que se inciensa, a excepción del altar y los dones para el sacrificio de la Misa.

En la Misa se puede incensiar durante la procesión de entrada; al comienzo de la Misa para incensiar primero a la cruz si está sobre el altar y si no lo está cuando pase ante ella, después al altar; en la procesión y proclamación del Evangelio al Evangeliario; en la preparación de los dones, que se inciensan las ofrendas, el altar, la Cruz, al Obispo o presbítero, a los concelebrantes y al pueblo. También se inciensa, de rodillas, en el momento de mostrar la hostia y el cáliz, después de la consagración. En la bendición con el Santísimo Sacramento se le inciensa durante el momento mismo de la bendición, colocándose el turiferario ante el altar de rodillas como en la consagración. Las imágenes se inciensan sólo al comienzo de la celebración, no en el ofertorio.

martes, 4 de mayo de 2010

Escudo y lema episcopal

El escudo episcopal

Cuando por designación del Santo Padre Benedicto XVI, recibí el nombramiento de obispo de la Diócesis de Asidonia-Jerez me dijeron que debía elegir un lema y un escudo que me acompañaría durante el resto de mi vida episcopal. El objetivo del mismo es expresar la pretensión que impulsa la misión episcopal, un modo concreto de concebir la Iglesia y una mirada sobre el hombre.

Las fuentes inspiradoras del simbolismo del escudo han sido las siguientes:

1.- El marco es común a la mayoría de los escudos, por lo que se inscribe en la tradicional forma de cáliz, evocadora de la centralidad de la Eucaristía. Se corona con el capelo (sombrero de uso eclesiástico conocido desde el siglo XIII) de color verde con los 12 borlones que indican la dignidad episcopal. Bajo el capelo, la habitual cruz episcopal.

2.- Con frecuencia, los escudos episcopales se componen de símbolos heráldicos que representan concepciones personales, tradiciones familiares o referencias al propio nombre o a particulares devociones. Este es el motivo que me ha movido a destacar de forma heráldica la familia donde fui engendrado y traído al mundo. Para ello, he tomado los símbolos del apellido Mazuelos: tres mazos en campo de gules, señalando así la figura paterna y una pera en oro, que recoge un símbolo del escudo heráldico del apellido Pérez, haciendo alusión a la figura materna. He querido resaltar con ello mis raíces naturales, así como la importancia de la familia como Iglesia doméstica donde fui acogido, crecí, di mis primeros pasos en la fe de Jesucristo y donde siempre me he sentido apoyado y querido.

3.- He querido también hacer referencia a la localidad de mi nacimiento, al mundo y a la Iglesia, la villa ducal de Osuna. Para ello he elegido el edificio más emblemático: la Insigne Iglesia Colegial de Nuestra Señora de la Asunción (la Colegiata). No sólo es un edificio identificativo de mi pueblo natal, sino que también acoge la parroquia donde recibí el bautismo y la confirmación. Con este símbolo intento destacar mis raíces ursaonenses y la entrada y plena incorporación a la Iglesia de Jesucristo.

4.- He elegido la imagen de la Virgen de los Reyes, Patrona de la Archidiócesis. Su presencia en mi escudo tiene una triple intención:

Recuerdo constante de la solicitud de la Madre de Dios, que cuida y protege a todos sus hijos peregrinos en este valle de lágrimas, especialmente a toda la Archidiócesis. Me acojo a Ella para que mi episcopado en la Diócesis de Asidonia-Jerez sea fructífero en obras de vida eterna.

Como sacerdote de la Diócesis de Sevilla y miembro del Cabildo Catedral la devoción a la Virgen de los Reyes es algo obligado y necesario. Han sido muchas las oraciones dirigidas a ellas y muchas las peticiones para ser fiel al ministerio sacerdotal. De ahí viene el deseo que he querido expresar, a través de su imagen, de mi vinculación al presbiterio de Sevilla, donde he ejercido el ministerio del orden presbiteral.

El discurrir de la historia ha hecho que la Advocación de la Virgen de los Reyes sea expresión de universalidad y de evangelización, de ahí que con su imagen, quiera expresar la llamada que como sacerdote he tenido a evangelizar y a servir a la iglesia universal, llamada que se acentúa con el nuevo ministerio episcopal.

5.- Los colores plata y azul en el que se sitúan las palabras del lema aluden a los colores de la ciudad donde reside la sede del obispado, aludiendo así al empeño de trabajar por esa Iglesia local.

El lema

El lema elegido recoge las palabras de la primera Encíclica de Juan Pablo II: “Jesucristo Redentor de los hombres”. Intentaré explicar en pocas palabras el motivo de dicha elección.

1.- La primera razón de dicha elección es manifestar, por un lado, el empeño que como obispo tendré en seguir el camino comenzado por Juan Pablo II, el gran profeta del siglo XXI, denunciando la cultura de la muerte y llamando a la construcción de la cultura de la vida y la civilización del amor. Por otro lado, quiero expresar mi total comunión con el Magisterio de Benedicto XVI y su propuesta cristológica como respuesta y solución a la dictadura del relativismo.

2.- Si la cultura de la muerte tiene su raíz en la aceptación de la mentira sobre el hombre, lógicamente lo primero a hacer es restablecer es la verdad sobre él. Para ello, nada mejor que dirigir nuestros pensamientos y nuestros corazones a Jesucristo, hacia el misterio de la Redención, donde el problema del hombre está inscrito con una fuerza especial de verdad y de amor. Es Cristo el que manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación. Él es la medida del verdadero humanismo que tanto necesita nuestra sociedad para no seguir avanzando hacia la dictadura del relativismo. Por tanto, en el lema no recojo más que el deber y la misión que como Iglesia tenemos de servir al hombre, de revelar el hombre al hombre, hacerle conocer el sentido de su existencia, abrirle a la entera verdad sobre él y sobre su destino.

3.- Desde el punto de vista bíblico la expresión Redentor del hombre como tal no aparece en el NT. Sin embargo, la palabra rescate, redención, sí lo encontramos en otros textos del NT aplicado a Jesús. Este vocablo sólo aparece en la sentencia de Jesús de Mc 10,45 (Mt 20,28), que ponen fin a la conversación sobre el servicio: Jesús el hijo del hombre, no ha venido al mundo para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos. Con la misión y el servicio, Jesús fundamenta el servicio de los discípulos. No impone ninguna ley extraña, sino que es ejemplo para ellos. Ellos no pueden ser discípulos del que ha venido a servir si rechazan el servicio. Seguir a Jesús quiere decir servir a todos. El servicio de los discípulos tiene sus raíces en la misión de Jesús y con ello en la voluntad de Dios. Así los discípulos toman parte de la misión de Jesús y continúan con ella. Pues bien, también he querido expresar con mi lema mi deseo de seguir a Cristo y empeñar todo mi esfuerzo y mi vida en servir a todos los hombres con el ejemplo y la medida de Jesús.

Biografía D. José Mazuelos

Nace el 9 de Octubre de 1960 en Osuna (Sevilla). Tras cursar estudios en la Facultad de Medicina de la Universidad Hispalense, obtiene en Junio de 1983 el título de licenciado en Medicina. Ejerce como médico en su pueblo natal y, durante su servicio militar en la Armada, en el Hospital Militar de San Carlos de San Fernando (Cádiz).

En Octubre de 1985 ingresa en el Seminario de Sevilla, donde cursa los estudios eclesiásticos. El 17 de Marzo de 1990 es ordenado sacerdote en la Parroquia de Nuestra Señora de los Remedios de Sevilla, y es nombrado párroco de la Parroquia S. Isidro Labrador del Priorato en Lora del Río (Sevilla), donde permanece hasta Septiembre de 1993, que es enviado a realizar estudios en Roma.

En el año 1995 obtiene la Licenciatura en Teología moral en la Academia Alfonsiana - Universidad Lateranense de Roma. En el 1998, en la misma Universidad, defiende la tesis: “Posibilidad y significado de una bioética mediterránea. Estudio comparativo de los modelos bioéticos de D. Gracia y H.T. Engelhardt”, obteniendo el título de doctor en Teología Moral. También, durante su estancia en Roma, realiza el Curso de Perfeccionamiento en Bioética en la Facultad de Medicina Gemelli y colabora en la parroquia de Santa Francesca Cabrini de Roma.

En Octubre de 1998 es nombrado Párroco de Santa María de las Nieves de Benacazón y Subdirector del Servicio de Asistencia Religiosa de la Universidad de Sevilla.

En Octubre del año 2000 es designado Director del Servicio de Asistencia Religiosa de la Universidad de Sevilla, Delegado de Pastoral Universitaria y Director Espiritual de la Hermandad de los Estudiantes de la Universidad Hispalense.

El 27 de Abril de 2002 es nombrado Canónigo Penitenciario de la Iglesia Catedral de Sevilla y posteriormente miembro del Colegio de Consultores.

Desde su doctorado ha realizado labores docentes como Profesor de la Licenciatura en Moral de la Facultad de Teología de S. Dámaso de Madrid. Profesor auxiliar de la Facultad de Teología Redemptoris Mater del Callao (Perú). Profesor del Instituto Superior de Ciencias Teológicas de Jerez donde, desde su fundación, realiza su docencia como profesor de Teología Moral. Es también Consultor de la Subcomisión de Familia de la Conferencia Episcopal Española.

Ha dado diversos cursos, conferencias y seminarios de formación sobre temas de bioéticas a sacerdotes y seglares en diferentes diócesis de España y del extranjero.

Se destacan algunas de sus publicaciones tanto en revistas como en obras colectivas:

Reflexiones sobre la eutanasia, Isidorianum 16 (1999) 457-488.

El problema del inicio de la vida humana y su tutela en el tercer milenio, Burgense 2 (2000) 517-534.

Fundamentos y contenidos de la cultura de la vida en el Magisterio de Juan Pablo II, Burgense 45/2 (2004) 465-486.

Iglesia y cultura de la vida: retos de la bioética, Asidonense 1 (2008).

Reconocimiento de la dignidad personal en la procreación y el origen, en la enfermedad y el final de la vida, en CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Bioética: Reconocimiento de la persona, Madrid 2002, p. 29-53.

La fe cristiana fundamento de una educación sexual responsable, en ARZOBISPADO DE SEVILLA, La formación humana en la vida y ministerio del sacerdote, Sevilla 2002, p. 155-169.

Libertad de investigación y respeto a la vida, en J.J. PÉREZ-SOBA (Ed.) Para ser libres nos ha liberado, Madrid 2003, p. 204-220.

Metabioética y Relación Médico-enfermo, en C. SIMÓN (dir), Diccionario de bioética, Monte Carmelo, Burgos 2006.

La vida humana naciente: clarificación y juicio moral, en J. RICO PAVÉS (dir.), La fe de los sencillos. Comentario a la Instrucción Pastoral Teología y secularización en España, En prensa.

sábado, 1 de mayo de 2010

“Mes de mayo, mes de María”, carta del obispo de Córdoba


Llega el mes de mayo. Es el mes de María. En este mes precioso se nos invita especialmente a vivir con María, en las distintas romerías que llenan de flores nuestras ermitas y, sobre todo, en la espera del Espíritu Santo, como hicieron los apóstoles en la preparación a Pentecostés: “Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos” (Hech 1,14). La comunidad cristiana tiene su referencia fundamental en aquella primera comunidad que vive unida con María a la espera del Espíritu Santo. Cuando llegue el Espíritu Santo, “nos lo enseñará todo y nos recordará todo” (Jn 14,26) de parte de Jesús.

La escena de Pentecostés es paralela a la de la Anunciación. En la Anunciación (Lc 1,26s), María por iniciativa de Dios concibe en su vientre virginal al Hijo eterno de Dios, y el Verbo se hizo carne comenzando a ser hombre. María ha tenido un papel fundamental en el nacimiento del cuerpo físico de Cristo, es su madre. Y en Pentecostés (Hech 2,1s), María alumbra a la Iglesia naciente por obra del Espíritu Santo, que hace de ella, la madre del cuerpo místico de Cristo. Dos estampas de un díptico, en las cuales el Espíritu Santo y María generan y dan a luz el cuerpo físico y el cuerpo místico de Cristo.

No se puede ser cristiano sin ser mariano, porque Cristo ha entrado en la historia humana por la mediación de María. El Espíritu Santo ha venido sobre la Iglesia y sobre el mundo con la intercesión de María. Y nuestra transformación en Cristo se produce siempre por obra del Espíritu Santo con la colaboración de María. La relación con María no es un artículo de lujo añadido en la vida cristiana, es una necesidad vital. No podemos vivir sin María.

Así lo entiende y lo vive el pueblo cristiano, a lo largo de todo el año, y particularmente en este mes de mayo. La vida cristiana puede explicarse desde muchas perspectivas. Pero cuando miramos a María, vemos en ella cumplido lo que Dios quiere realizar en nosotros. Una mirada intuitiva a María, hecha con fe y con amor, es capaz de estremecer hasta el corazón más duro del hombre. Son abundantes las romerías marianas por toda la geografía. Y en este clima del mes de mayo, tendrá lugar la coronación pontificia de la Virgen de Belén, patrona de Palma del Río, el próximo 8 de mayo.

Os invito, queridos hermanos, en este mes de mayo a vivir cada día esta relación con María, concretándola en alguna “flor” que podemos ofrecerla, como expresión generosa de nuestra devoción filial. ¿Qué podría ofrecerle yo hoy a mi madre del cielo? Con esta pregunta podemos concretar cada día cómo expresar nuestro amor a la Virgen. Y os invito especialmente a los jóvenes a engancharos al rezo del rosario.

El rosario es como una oración “en red”, que nos ayuda a pensar en Jesús desde el corazón de María. Pasando por cada uno de los misterios de la vida de Cristo, repitiendo una y mil veces el saludo del ángel, ella nos va enseñando a contemplar a Jesús. Y en la escuela de María se nos van quedando grabadas las palabras y las obras de Jesús, nuestro maestro y nuestro redentor. No hay escuela mejor.

Bienvenido el mes de mayo, el mes de María. Que con Ella nos llegue a todos la frescura de la vida del Resucitado.

Con mi afecto y bendición:

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba