martes, 27 de abril de 2010

SALVE REGINA


Salve, Regina, mater misericordiae;
vita dulcendo et spes nostra, salve.
Ad te clamamus, exsules, filii Evae.
Ad te suspiramus,
gementes et flentes in hac lacrimarum valle.
Eia ergo advocata nostra,
illos tuos misericordes oculos ad nos converte.
Et Iesum, benedictus fructus ventris tui,
nobis post hoc exsilium ostende.
O clemens, O pía,
O dulcis Virgo María.

V/ Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix.
R/ Ut digni efficiamur promissionibus Christi
Oremus:
Omnipotens sempiterne Deus, qui gloriosae Virginis Matris Mariae Corpus et animam, tu dignum Filii tui habitaculum effici mereretur, Spiritu Sancto cooperante, praeparasti: da, tu cuius conmemoratine laetamur: eius pia intercessione , ab instantibus malis, et a morte perpetua liberemur. Per eumdem Christum Dominum nostrum.
Amén.

jueves, 22 de abril de 2010

PANGE LINGUA (CANTO EUCARÍSTICO)


Pange lingua gloriosi
Corporis mysterium
Sanguinisque pretiosi
Quem in mundi pretium
Fructus ventris generosi
Rex effudit gentium.

Nobis datus, nobis natus
Ex intacta Virgineet
in mundo conversatus
Sparso verbi semine,
Sui moras incolatus
Miro clausit ordine.

In supremae nocte coena
Recumbeus cum fratibus
observata lege plene
cibis in legalibus,
cibum turbae duodenae
se dat suis manibus.

Verbum caro, panem verum
Verbo carnen efficit:
Fitque sanguis Christi merum
Et si sensus déficit
Ad firmandum cor sincerum
Sola fides sufficit.

Tantum ergo Sacramentum
Veneremur cernui:
Et antiquum documentum
Novo ceda ritui:
Praestet fides suplementum
Sensuum defectui.

Genitori, genitoque
laus et jubilatio,
salus honor virtus quoque
sit et benedictio:
Procedenti ad utroque
Compar sit laudatio.

Panem de caelo praestí­tisti eis
Omne delectaméntum in se habéntem

Oremus: Deus qui nobis sub Sacraménto mirábili, pa­ssiónis tuae memóriam reli­quísti: tríbue quaésumus, ita nos Córporis et Sánguinis tui sacra mystéria venerári; ut redemptiónis tuae fructum in nobis iúgiter sentiámus. Qui vivis et regnas in saécu­la saeculórum. Amen.

EL CULTO AL SANTÍSIMO SACRAMENTO


“El culto que se da a la Eucaristía fuera de la Misa es de un valor inestimable en la vida de la Iglesia. Dicho culto está unido a la celebración del sacrificio eucarístico” en palabras de Juan Pablo II tomadas de su Encíclica Ecclesia de Eucharistia nº 25.
La exposición y bendición con el Santísimo Sacramento debe ser un acto comunitario que contemple la celebración de la Palabra de Dios y el silencio individual contemplativo y meditativo. La exposición eucarística ayuda a reconocer en ella la maravillosa presencia de Cristo y nos invita a la unión más íntima con él, que adquiere su culmen en la comunión sacramental. La exposición puede hacerse con el copón o en la custodia, sobre el altar o en un ostensorio. Se le debe venerar con genuflexión de la rodilla derecha.
Para la exposición del Santísimo, litúrgicamente se procederá de la siguiente manera: Reunido el pueblo y, si parece oportuno, habiéndose iniciado algún cántico de carácter eucarístico, el ministro se acerca al altar. Si el Sacramento no se reserva en el altar de la exposición, el ministro, con el humeral lo trae del lugar de la reserva, acompañado por acólitos o por fieles con velas encendidas. El copón o la custodia se colocará sobre el altar cubierto con mantel, corporal y seis o cuatro velas de cera encendidas; mas si la exposición se prolonga durante algún tiempo, y se hace con la custodia, se puede usar el manifestador, colocado en un lugar más alto, pero teniendo cuidado de que no quede ni muy elevado ni muy distante y sobre el corporal. Si se hizo la exposición con la custodia, el ministro inciensa al Santísimo y suele rezar seis padrenuestros con sus avemarías y glorias tras una jaculatoria eucarística; luego se retira, si la adoración va a prolongarse algún tiempo.
Si la exposición es solemne y prolongada, se debería consagrar la hostia para la exposición, en la Misa que antes se celebre, y se colocará sobre el altar, en la custodia, después de la comunión. La Misa concluirá con la oración después de la comunión, omitiendo los ritos de la conclusión. Antes de retirarse del altar, el sacerdote, si se cree oportuno, colocará la custodia y hará la incensación.
Durante el tiempo que dure la exposición, se podrán decir oraciones, cantos y lecturas, de manera que se concentren en una profunda oración. Nunca el Santísimo deberá estar expuesto sin vigilancia suficiente ni sin presencia de fieles. Se deben aprovechar las lecturas de la sagrada Escritura o breves exhortaciones, que promuevan un mayor aprecio del misterio eucarístico. Es también conveniente que los fieles respondan a la palabra de Dios cantando. Se necesita que se guarde piadoso silencio en momentos oportunos. Ante el Santísimo Sacramento expuesto por largo tiempo, se puede celebrar también alguna parte, especialmente las horas más importantes de la Liturgia de las Horas; por medio de esta recitación se prolonga a las distintas horas del día la alabanza y la acción de gracias que se tributan a Dios en la celebración de la Misa, y las súplicas de la Iglesia se dirigen a Cristo y por Cristo al Padre, en nombre de todo el mundo.
La bendición con el Santísimo es el colofón del acto de culto a Jesús Sacramentado. Al final de la adoración, el sacerdote o el diácono se acerca al altar; hace genuflexión, se arrodilla y se entona el Pange Lingua u otro cántico eucarístico. Mientras tanto, arrodillado, el ministro inciensa el Santísimo Sacramento, si la exposición se hizo con la custodia. Luego se pone en pie y entona la oración.
Una vez dicha, el sacerdote o el diácono se coloca el humeral, hace genuflexión, toma la custodia o el copón y traza con el Sacramento la señal de la Cruz sobre el pueblo. A continuación se suelen recitar las alabanzas de desagravio. Concluida la bendición, el mismo sacerdote que impartió la bendición u otro sacerdote o diácono, reserva el Sacramento en el tabernáculo, y hace genuflexión, en tanto que el pueblo si parece oportuno, puede hacer alguna aclamación. Finalmente el ministro se retira.
Queda prohibido expresamente celebrar la Misa durante la Exposición, que la puede hacer el sacerdote, un diácono e incluso un acólito instituido o persona autorizada aunque estos últimos no pueden en ningún caso impartir la bendición, reservada al presbítero o diácono. Si la exposición del Santísimo Sacramento se prolonga durante uno o varios días, debe interrumpirse durante la celebración de la misa, a no ser que se celebre en una capilla o espacio separado del lugar de la exposición y permanezcan en adoración por lo menos algunos fieles.
Una forma de culto específica al Santísimo Sacramento es el llamado Jubileo Circular de las Cuarenta Horas instituido por el fraile capuchino fray José de Ferno en 1537 para "traer a la memoria de los cristianos el tiempo en que el Cuerpo de Nuestro Salvador Señor Jesucristo yació en el sepulcro".

miércoles, 14 de abril de 2010

viernes, 9 de abril de 2010

Feliz Pascua de Resurrección

MENSAJE URBI ET ORBI DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI - PASCUA 2010

Queridos hermanos y hermanas:
Os anuncio la Pascua con estas palabras de la Liturgia, que evocan el antiquísimo himno de alabanza de los israelitas después del paso del Mar Rojo. El libro del Éxodo (cf. 15, 19-21) narra cómo, al atravesar el mar a pie enjuto y ver a los egipcios ahogados por las aguas, Miriam, la hermana de Moisés y de Aarón, y las demás mujeres danzaron entonando este canto de júbilo: «Cantaré al Señor, sublime es su victoria, / caballos y carros ha arrojado en el mar». Los cristianos repiten en todo el mundo este canto en la Vigilia pascual, y explican su significado en una oración especial de la misma; es una oración que ahora, bajo la plena luz de la resurrección, hacemos nuestra con alegría: «También ahora, Señor, vemos brillar tus antiguas maravillas, y lo mismo que en otro tiempo manifestabas tu poder al librar a un solo pueblo de la persecución del faraón, hoy aseguras la salvación de todas las naciones, haciéndolas renacer por las aguas del bautismo. Te pedimos que los hombres del mundo entero lleguen a ser hijos de Abrahán y miembros del nuevo Israel».
El Evangelio nos ha revelado el cumplimiento de las figuras antiguas: Jesucristo, con su muerte y resurrección, ha liberado al hombre de aquella esclavitud radical que es el pecado, abriéndole el camino hacia la verdadera Tierra prometida, el Reino de Dios, Reino universal de justicia, de amor y de paz. Este “éxodo” se cumple ante todo dentro del hombre mismo, y consiste en un nuevo nacimiento en el Espíritu Santo, fruto del Bautismo que Cristo nos ha dado precisamente en el misterio pascual. El hombre viejo deja el puesto al hombre nuevo; la vida anterior queda atrás, se puede caminar en una vida nueva (cf. Rm 6,4). Pero, el “éxodo” espiritual es fuente de una liberación integral, capaz de renovar cualquier dimensión humana, personal y social.
Sí, hermanos, la Pascua es la verdadera salvación de la humanidad. Si Cristo, el Cordero de Dios, no hubiera derramado su Sangre por nosotros, no tendríamos ninguna esperanza, la muerte sería inevitablemente nuestro destino y el del mundo entero. Pero la Pascua ha invertido la tendencia: la resurrección de Cristo es una nueva creación, como un injerto capaz de regenerar toda la planta. Es un acontecimiento que ha modificado profundamente la orientación de la historia, inclinándola de una vez por todas en la dirección del bien, de la vida y del perdón. ¡Somos libres, estamos salvados! Por eso, desde lo profundo del corazón exultamos: «Cantemos al Señor, sublime es su victoria».
El pueblo cristiano, nacido de las aguas del Bautismo, está llamado a dar testimonio en todo el mundo de esta salvación, a llevar a todos el fruto de la Pascua, que consiste en una vida nueva, liberada del pecado y restaurada en su belleza originaria, en su bondad y verdad. A lo largo de dos mil años, los cristianos, especialmente los santos, han fecundado continuamente la historia con la experiencia viva de la Pascua. La Iglesia es el pueblo del éxodo, porque constantemente vive el misterio pascual difundiendo su fuerza renovadora siempre y en todas partes. También hoy la humanidad necesita un “éxodo”, que consista no sólo en retoques superficiales, sino en una conversión espiritual y moral. Necesita la salvación del Evangelio para salir de una crisis profunda y que, por consiguiente, pide cambios profundos, comenzando por las conciencias.
Le pido al Señor Jesús que en Medio Oriente, y en particular en la Tierra santificada con su muerte y resurrección, los Pueblos lleven a cabo un “éxodo” verdadero y definitivo de la guerra y la violencia a la paz y la concordia. Que el Resucitado se dirija a las comunidades cristianas que sufren y son probadas, especialmente en Iraq, dirigiéndoles las palabras de consuelo y de ánimo con que saludó a los Apóstoles en el Cenáculo: “Paz a vosotros” (Jn 20,21).
Que la Pascua de Cristo represente, para aquellos Países Latinoamericanos y del Caribe que sufren un peligroso recrudecimiento de los crímenes relacionados con el narcotráfico, la victoria de la convivencia pacífica y del respeto del bien común. Que la querida población de Haití, devastada por la terrible tragedia del terremoto, lleve a cabo su “éxodo” del luto y la desesperación a una nueva esperanza, con la ayuda de la solidaridad internacional. Que los amados ciudadanos chilenos, asolados por otra grave catástrofe, afronten con tenacidad, y sostenidos por la fe, los trabajos de reconstrucción.
Que se ponga fin, con la fuerza de Jesús resucitado, a los conflictos que siguen provocando en África destrucción y sufrimiento, y se alcance la paz y la reconciliación imprescindibles para el desarrollo. De modo particular, confío al Señor el futuro de la República Democrática del Congo, de Guínea y de Nigeria.
Que el Resucitado sostenga a los cristianos que, como en Pakistán, sufren persecución e incluso la muerte por su fe. Que Él conceda la fuerza para emprender caminos de diálogo y de convivencia serena a los Países afligidos por el terrorismo y las discriminaciones sociales o religiosas. Que la Pascua de Cristo traiga luz y fortaleza a los responsables de todas las Naciones, para que la actividad económica y financiera se rija finalmente por criterios de verdad, de justicia y de ayuda fraterna. Que la potencia salvadora de la resurrección de Cristo colme a toda la humanidad, para que superando las múltiples y trágicas expresiones de una “cultura de la muerte” que se va difundiendo, pueda construir un futuro de amor y de verdad, en el que toda vida humana sea respetada y acogida.
Queridos hermanos y hermanas. La Pascua no consiste en magia alguna. De la misma manera que el pueblo hebreo se encontró con el desierto, más allá del Mar Rojo, así también la Iglesia, después de la Resurrección, se encuentra con los gozos y esperanzas, los dolores y angustias de la historia. Y, sin embargo, esta historia ha cambiado, ha sido marcada por una alianza nueva y eterna, está realmente abierta al futuro. Por eso, salvados en esperanza, proseguimos nuestra peregrinación llevando en el corazón el canto antiguo y siempre nuevo: “Cantaré al Señor, sublime es su victoria».

Historia de la Parrquia

IGLESIA PARROQUIAL DE SANTO DOMINGO DE GUZMÁN

Su construcción pertenece a dos órdenes arquitectónicos: el primitivo ojival, ya muy reformado, y otro barroco que invadió toda la Iglesia. Se ignora la fecha de su construcción, pero, si admitimos la teoría de Fray Pedro Mariscal de San Antonio, hay que suponer que fue edificada a finales del siglo XV o primeros del XVI. Lo cierto es que en 1.559 Hernán Ruiz (que fue Maestro Mayor de la Catedral de Sevilla) firmó un contrato para sacar "los cuatro pilares viejos y la piedra de los movimientos de los arcos, con guijas, cal y arena". Las actuales cuatro columnas del templo no son las que se comprometió a hacer Hernán Ruiz, pues en el s. XVII se hizo una gran obra. La existencia de los pilares con anterioridad a la firma del contrato por Hernán Ruiz y las disposiciones testamentarias de algunas personas para ser enterradas en la Iglesia de Santo Domingo, con fecha anterior a dicho compromiso, es lo que nos hace datar este edificio entre los ss. XV y XVI.

Posee planta rectangular con crucero y tres naves. La fachada es muy simple, dividida en dos por un frontón. Su cuerpo inferior carece de ornamentación; sólo el vano de la puerta rompe esta sencilla monotonía. El cuerpo superior, triangular, neoclásico, adornado con cuatro columnas adosadas, sobre las que se apoya un frontón pequeño triangular, en cuyo tímpano existe un azulejo del titular de la misma, Santo Domingo de Guzmán. Adosada a la fachada, se encuentra la torre del campanario, de 31 metros de altura, construida en 1.792.

La pieza más valiosa de esta iglesia, arqueológicamente hablando, es la piedra o ara que se haya en su fachada, empotrada a la derecha de la puerta principal:

HIC. RELIQVIAE. SACORV.
MATRIUM. ID. SC. TOME.
SC. DIONISI. SACORVM. COSME.
ET. DAMIANI. SC. AFRE.
SC. SEBASTIANI. SC. SABAE.

Según Rodrigo Caro "le falta algo del principio, y todo lo que se puede leer allí dice cómo allí estaban las reliquias de los santos mártires Sto. Tomé, San Dionisio, San Cosme y San Damián, Sta. Afra, San Sebastián, San Sabas".
En el interior podemos destacar el retablo del Altar Mayor, de estilo Barroco, compuesto de tres calles con hornacinas, separadas con columnas salomónicas. Las hornacinas de las calles laterales se hallan ocupadas por esculturas que representan a los cuatro evangelistas y a los obispos San Isidoro y San Leandro de Sevilla. En la calle central, una de las hornacinas la ocupa una escultura barroca que representa la Inmaculada; sobre ella una imagen de Sto. Domingo y en la parte inferior una talla de madera del s. XVII que representa el niño Jesús y está atribuido a La Roldana.

La Capilla del Sagrario, donde se venera una preciosa imagen de Ntra. Sra. del Rosario con el Niño Dios dormido en brazos, tiene una media naranja con mucho arte ejecutada, de calados y florones de yeso. En cuanto a la imagen, no se conoce el nombre del escultor que la hizo, pero debió ser un buen maestro, pues del lo contrario no habría conseguido la gran belleza y palidez que tiene esta imagen. No sucede lo mismo con el patrón, San Laureano, que está bien documentado su patronazgo: fue elegido patrón por elección popular, si bien no fue solemnemente confirmado hasta el 19 de Septiembre de 1.888 por León XIII.

A la izquierda del Altar Mayor, frente a la capilla del Sagrario, se encuentra el Altar de San José, bellísima imagen que también posee un niño dormido en los brazos. Flanqueando esta hornacina, hay tallas de pequeño tamaño como Sta. Ana con la Virgen y San Joaquín.

Es digna de mención la Capilla de Animas, donde aparte del retablo del mismo nombre encontramos un cuadro, la obra pictórica más importante de todas las que aquí se hayan, que representa la Virgen de Belén, atribuida a la escuela de Murillo. En la misma capilla se encuentran las imágenes del Stmo. Cristo de la Veracruz (escultura anónima del primer tercio del s. XVI) y Ntra. Sra. de los Remedios (primitivamente una Virgen de Campaña, totalmente transformada en el s. XVIII), así como un curioso cuadro de la Virgen con una granad en una mano y el Niño Jesús en la otra, sosteniendo un libro abierto donde se lee la frase: "Volvió el rostro Cristo por no ver un sacrilegio". Este último cuadro y las dos imágenes proceden de la desaparecida ermita de la Veracruz.

En la nave izquierda encontramos la capilla de Jesús Nazareno, imagen anónima del s. XVII de espectacular belleza y dramatismo. Otras imágenes de mérito que se encuentran en la misma capilla son el Cristo de la Humildad y Paciencia (s. XVI), el mencionado San Laureano y Sta. Bárbara.

La iglesia cuenta con varios ejemplares de pintura que nos recuerda a la Escuela Sevillana de los siglos XVII y XVIII, como el que representa a la Virgen de la Antigua y otro de forma circular, que representa a la Virgen con el Niño.

Posee también un coro, de estilo barroco, cerrado con unas sencillas rejas, en el que se encuentra el órgano de la Parroquia, construido por el Maestro José Antonio Morón en 1.782.