sábado, 26 de marzo de 2011

3 Domingo de Cuaresma

viernes, 25 de marzo de 2011

25 de Marzo. Anunciación de María

3 Domingo de Cuaresma

jueves, 24 de marzo de 2011

Jornada por la vida. 25 de marzo de 2011



NOTA DE LOS OBISPOS DE LA SUBCOMISIÓN PARA LA FAMILIA Y DEFENSA DE LA VIDA CON MOTIVO DE LA JORNADA POR LA VIDA (25 de Marzo de 2011)
«Siempre hay una razón para vivir»
La vida de cada ser humano es sagrada: tiene su origen en el amor eterno de Dios que ha querido que cada persona sea imagen de su gloria y participe de la misma filiación de su Hijo. Por eso la vida es un bien y cuidar la vida un deber.
Sin embargo, existe en la actualidad una oscuridad que lleva a no apreciar la grandeza y belleza de cada vida humana amada eternamente por Dios. Esta falta de luz afecta en primer lugar al reconocimiento de la dignidad personal del ser humano desde el instante de su concepción, tal y como hemos podido comprobar nuevamente con la reciente aprobación de la última ley del aborto que hace de este crimen un derecho.
Pero esta oscuridad sobre el origen sagrado y la dignidad absoluta de la vida humana se extiende a otros momentos de la existencia de las personas en los que se muestra y experimenta la fragilidad. Son muchos los que no descubren que la vida es un bien cuando viene acompañada por enfermedades graves, minusvalías psíquicas o físicas, momentos de pobreza, de soledad, de la debilidad que acompaña el paso de los años o en el momento del ocaso de la propia vida.
Por ello, y con motivo de la próxima Jornada por la Vida, los obispos de la subcomisión queremos anunciar la esperanza cristiana manifestando que «siempre hay una razón para vivir».
1. Llamados a ser hijos en Cristo
Dios nuestro Padre «nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor. Él nos ha destinado por medio de Jesucristo según el beneplácito de su voluntad a ser sus hijos» (Ef 1, 4-5).
La asombrosa revelación de que existe una vocación personal, un proyecto divino dirigido a cada ser humano, nos hace descubrir el sentido que orienta la vida, la razón por la cual merece la pena ser vivida, siempre y en toda circunstancia. La elección eterna de Dios en Cristo para ser sus hijos y responder a su amor es la luz que ilumina la existencia concreta de cada persona, le hace descubrir su propia dignidad y le aporta la certeza de que está llamado en todo momento a dar fruto que permanece (cf. Jn 15, 16).
Existe una razón para vivir porque se nos ha ofrecido un amor mayor que nosotros mismos, que nos permite construir nuestra historia personal y que nos salva, dándonos la posibilidad de realizar plenamente nuestra vida en el amor siendo sus hijos, aunque esté marcada por el dolor.
Este amor incondicional del Padre se ha manifestado en plenitud en el envío de su propio Hijo, revelando así la grandeza y belleza de todo hombre cuya dignidad se mide no por lo que tiene o consigue, sino por el precio de la misma sangre de Cristo con la que ha sido rescatado (cf. 1 Pe 1, 18-19). Es esta misión del Hijo, por la que «se ha unido en cierto modo con todo hombre», la que manifiesta «el valor incomparable de cada persona humana».
Esta dignidad permanece inalterada en todos los momentos y fases de la vida.
Siempre somos hijos y en todo momento podemos vivir en comunión con Jesucristo, que acompaña a cada persona en todo momento y de un modo particular cuando la vida está marcada por el dolor o la pobreza (cf. Mt 25, 31-46). Por eso la enfermedad no es motivo de un abandono desesperado a la muerte, sino a la confianza en Aquel que nos ama y llena el sufrimiento de esperanza.
Este amor hasta el extremo manifestado en Cristo constituye la razón para vivir con sentido en aquellos momentos en los que aparentemente parece que no hay nada más que esperar: «solo la gran esperanza-certeza de que, a pesar de las frustraciones, mi vida personal y la historia en su conjunto están custodiadas por el poder indestructible del Amor (…) puede en ese caso dar todavía ánimo para actuar y continuar».
2. Llamados a ser santos en el amor
2.1. El amor transfigura el sufrimiento
Para muchos, inmersos en una mentalidad materialista y utilitarista que valora el fruto de la vida según una medida cuantificable de éxitos, placer, salud, triunfos, etc., es difícil encontrar la razón para vivir en los momentos en los que, a causa de las limitaciones, parece no servir para casi nada o se padece el sufrimiento con especial intensidad. Sin embargo, «la vida encuentra su centro, su sentido y su plenitud cuando se entrega». Por eso la existencia de cada persona no es valiosa ni fecunda por la ponderación de ciertos bienes logrados, sino por el don de la propia vida por amor: si el grano de trigo cae en tierra y muere da mucho fruto (cf. Jn 12, 24).
Y aquí radica la maravillosa posibilidad de encontrar un sentido a la vida incluso cuando está marcada por la fragilidad. La unión con Cristo en la cruz permite que el «sufrimiento quede traspasado por la luz del amor», descubriendo la fecundidad de entregar la propia vida en la ancianidad, la enfermedad u otras circunstancias.
Es Cristo quien nos da la posibilidad de vivir la vocación con dignidad en el momento de la cruz aceptando, madurando y dando un sentido al dolor que se transforma en fuente de salvación cuando se une al amor crucificado de Cristo.
Por eso, frecuentemente nos encontramos con personas que aportan una gran luz en medio de su sufrimiento, creando a su alrededor un clima de amor que mueve a la correspondencia en familiares o amigos.
2.2. La Iglesia, hogar de compasión
«Para poder decir a alguien: “Tu vida es buena, aunque yo no conozca tu futuro”, hacen falta una autoridad y una credibilidad superiores a lo que el individuo puede darse por sí solo. El cristiano sabe que esta autoridad es conferida a la familia más amplia, que Dios, a través de su Hijo Jesucristo y del don del Espíritu Santo, ha creado en la historia de los hombres, es decir, a la Iglesia. Reconoce que en ella actúa aquel amor eterno e indestructible que asegura a la vida de cada uno de nosotros un sentido permanente, aunque no conozcamos el futuro».
Anunciar y hacer presente ese amor indestructible que aporta luz y sentido a la vida de cada ser humano constituye el corazón de la misión de la Iglesia. Conscientes de la dignidad de cada persona y movidos por la caridad que genera el Espíritu Santo en el corazón de los creyentes, los cristianos estamos llamados a ser «santos en el amor» con la medida de la compasión de Cristo. Cuando la sociedad no sabe dar sentido al dolor o a la fragilidad humana y abandona a las personas a su soledad, los miembros de la Iglesia nos sentimos urgidos para responder con el amor de Cristo y engendrar esperanza en personas que, al sentirse queridas y acompañadas en su sufrimiento o soledad, pueden superar engaños y dolores; es decir, pueden encontrar la razón para vivir.
En este sentido, es ingente la labor maternal de la Iglesia que siempre acoge a todo hombre, especialmente cuando sufre, reconociendo en su dolor al mismo Cristo crucificado. No podemos sino agradecer e impulsar el trabajo de tantos hermanos nuestros en el acompañamiento de la vida naciente y de las familias; en residencias de menores y de ancianos sin recursos; en hogares para niños con discapacidades físicas o psíquicas; en residencias para enfermos mentales o centros de recuperación de drogadictos; en centros de acogida y atención a enfermos de SIDA; en comedores y albergues para los que no tienen techo; en hospitales o clínicas promovidas por la Iglesia para mostrar el amor de Cristo con el enfermo; en la inmensa red de Cáritas o en los innumerables proyectos realizados por multitud de consagrados y laicos comprometidos con los más pobres.
Esta enorme fecundidad eclesial es el testimonio sin palabras que reconoce la grandeza y dignidad sagradas del ser humano y manifiesta la certeza de que el amor de Dios abraza, cuida y comparte cada vida.
Conclusión
La vocación divina que ilumina todos los momentos de la historia de los hombres culmina en la vida eterna. A pesar de los dolores, enfermedades o pobrezas, la propia historia personal esconde una asombrosa promesa de eternidad en la vida que Cristo nos ha alcanzado: «yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante» (Jn 10, 10). Por eso descubrimos la dignidad y la esperanza de la existencia humana no solo en la debilidad o el sufrimiento, sino también en el momento de la muerte, cuando confiamos el fin de nuestra vida terrena al Altísimo y nos abrimos al don de la bienaventuranza.
Encomendamos los frutos de la próxima Jornada por la Vida a nuestra Madre, fuente de consuelo que permanece al pie de la cruz de su Hijo y de cada hijo que sufre. Que Ella nos haga testigos infatigables del Evangelio de la vida anunciado que en Cristo siempre hay una razón para vivir.

Los Obispos de la Subcomisión para la Familia y Defensa de la Vida

Tiempo para una vida

MIRIAM FERNANDEZ UN EJEMPLO PARA Y POR LA VIDA

miércoles, 23 de marzo de 2011

martes, 22 de marzo de 2011

La Cruz de los Jóvenes y el Icono de la Virgen en las Montañas

Tras la tarde noche de su llegada y presencia tanto en Sanlúcar de Barrameda como en Chipiona, los Días de la Diócesis han centrado la mañana del lunes a una intensa actividad de oración y formación en el Santuario de Nuestra Señora de las Montañas, de Villamartín.Vía-crucis y celebración de la Palabra, de un lado, y catequesis sobre los Santos Patronos del JMJ o la actualidad de la Cruz de Cristo, se han dado la mano.


El rezo del Santo Rosario y la Santa Eucaristía han despedido a estos signos de Villamartín para completar el día dedicado a la zona pastoral de la Sierra en Arcos de la Frontera. Mientras tanto, Jerez se prepara para recibirla mañana. Dos días la tendrá la ciudad y, de entre estas jornadas, la del martes estará dedicada a la visita de centros educativos y los santuarios del patrón diocesano, San Juan Grande, y la patrona de Jerez, Nuestra Señora de la Merced.

ENSAYO SOLIDARIO

"LOS KILOS LOS PONES TU"

El próximo día 2 de Abril, los costaleros de Bornos realizarán un ensayo solidario con la parihuela vacía, sin peso alguno encima, para que los kilos los pongas tu. Es una iniciativa pensada y organizada para recoger alimentos, cuantos más kilos mejor, para Cáritas Parroquial de Bornos.

El ensayo dará comienzo en la Casa Hermandad de la Vera+Cruz y recorrerá las siguentes calles: San Laureano, Granada, San Jerónimo, Veracruz, Puerto, Arenas, Calvario, Alta, Ntra. Sra. del Rosario, Plaza Uno de Mayo, Plaza de la Iglesia, San Sebastián y San Laureano.

Es una iniciativa bastante buena por parte de los costaleros y estoy seguro de que el pueblo de Bornos va a colaborar en la medida de sus posibilidades. Y a poner kilos hasta que no puedan llevar la parihuela.

Gracias a los costaleros.

sábado, 19 de marzo de 2011

Novena a San José

Oración Inicial de todos los días

Hacer la señal de la cruz.

Santísima Trinidad, Padre Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas un solo Dios verdadero, en quien creo y espero y a quien amo con todo mi corazón.Te doy gracias por haber honrado sobre todos los santos a San José con la dignidad incomparable de padre adoptivo de Jesús, Hijo de Dios, y esposo verdadero de María, Madre de Dios. Ayúdame a honrarle y merecer su protección en vida y en la hora de la muerte.

San José patrón de la Iglesia, jefe de la Sagrada Familia, te elijo por padre y protector en todo peligro y en toda necesidad. Descubre a mi alma la pureza de tu corazón, tu santidad para que la imite y tu amor para agradecerte y corresponderte. Enséñame a orar, tu que eres maestro de oración y alcánzame de Jesús por María la gracia de vivir y morir santamente. Amén.

Meditación del día correspondiente

Hacer Petición por la cual se ofrece la Novena

Oración Final de todos los días

¡ACUÉRDATE!

¡Acuérdate! Oh castísimo esposo de la Virgen María, dulce protector mío San José que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han invocado tu protección e implorado tu auxilio, haya quedado sin consuelo! Animado con esta confianza, vengo a tu presencia y me recomiendo fervorosamente a tu bondad. No desatiendas mis súplicas, oh padre adoptivo del Redentor, antes bien acógelas propicio y dígnate socorrerme con piedad. Amén.

Meditación de cada día

Día Primero: Fe de San José

La fe es una virtud sobrenatural que nos inclina a creer todo lo que Dios ha revelado y la Iglesia nos propone. Es la virtud sobre la que se apoyan todas las demás virtudes, pues sin ella no participamos de la vida de la gracia. San José creyó con una fe tan viva que sólo la Santísima Virgen pudo aventajarlo. Toda su vida fue verdaderamente una vida de fe, un acto continuo de fe.

Día Segundo: Fervor de San José

El fervor es la prontitud de la voluntad en el servicio de Dios. San José, siervo bueno y fiel, siempre vivió y trabajó por hacer con perfección y diligencia la voluntad de Dios, aunque le ocasionara grandes sacrificios. Los que aman como San José están dispuestos a sacrificar todo cuanto el Señor les pida.

Día Tercero: Amor de San José al prójimo

El amor con que amamos a Dios y el amor con que amamos al prójimo es un solo amor: son dos ramas de una misma raíz porque si al prójimo no le amamos por Dios y con Dios no le amamos con amor verdadero.

El amor de San José a Dios es el mayor que se puede encontrar después de la Virgen María; su amor al prójimo, por tanto, es también el mayor después del de la reina del Cielo.

Día Cuarto: Prudencia de San José

La prudencia es al virtud que dirige todas las cosas a buen fin. Ninguna virtud obra sin que ella le ordene el modo y el tiempo en que debe hacerlo.La prudencia sirvió de guía a san José para llevar a cabo felizmente la misión del Señor de ser custodio de Jesús y esposo de María, a pesar de los grandes trabajos y contradicciones que halló a su paso.

Día Quinto: Fortaleza de San José

La fortaleza es una firmeza de ánimo, una presencia de espíritu, contra todos los males y contrariedades. La vida de San José, después de la de Jesús y María, fue la que mayores contradicciones experimentó; debía ser también varón fuerte. Belén, Nazaret, Egipto, demostraron el heroísmo de la fortaleza del Santo, que sufrió con constancia todos los dolores y trabajos de su vida.

Día Sexto: Pureza de San José

San José fue custodio de Cristo Jesús, y verdadero esposo de la más pura criatura, María Madre de Dios. San José apareció a los ojos de Dios adornado con tanta pureza que el Señor le confió sus más grandes tesoros. Con este ejemplo sublime de pureza. ¿No nos animaremos a ser puros en pensamientos, palabras y obras?

Día Séptimo: Pobreza de San José

Bienaventurados son los pobres de Cristo, que viven desprendidos de los bienes de este mundo y dan a sus hermanos aún de lo preciso. San José tenía ante sí el ejemplo de María y el ejemplo de Jesús, hijo de Dios, que para predicar el desprendimiento y amor a la pobreza se hizo pobre, teniendo por cuna un pesebre en su nacimiento. Vivió pobre San José y dio de su pobreza a los más necesitados.

Día Octavo: Paciencia de San José

Es esta una virtud que nos hace sobrellevar con alegría y paz todos los males de la vida por amor de Dios. Es necesaria la paciencia para alcanzar el cielo; y no hay virtud de mas frecuente ejercicio desde que existe el pecado. En la vida de san José hubo muchas penas pero él padeció con paz, con alegría y completamente resignado a la voluntad de Dios.

Día Noveno: Conformidad de San José con la voluntad de Dios

Todos tenemos absoluta necesidad de esta santa virtud, pues con ella nuestra vida se hace un cielo y sin ella se vuelve un infierno. San José, modelo acabado de toas las virtudes, lo es especialmente de la conformidad con la voluntad de Dios. Toda su vida sembrada de alegrías y de penas, es escogido por Dios Padre para que hiciese sus veces en la Sagrada Familia, asociado a la suerte de Jesús y de María, practicó constantemente esta virtud.

19 de Marzo, día de San José


SAN JOSÉ

Marzo 19 : Esposo de la Virgen María

San José es cabeza de la Sagrada Familia. El hombre en quien Dios confió sus más valiosos tesoros. Esposo de María Santísima, padre virginal de Jesús. No hay en el cielo santo mas grande después de su esposa, María.
El Papa Pío IX nombró a San José, en 1847, Patrono de la Iglesia universal. Si la fiesta, 19 de marzo, cae en Semana Santa, se anticipa al primer sábado anterior a ella. Esta festividad, que ya existía en numerosos lugares, se fijó en esta fecha durante el siglo XV y luego se extendió a toda la Iglesia como fiesta de precepto en 1621.
La paternidad de San José alcanza no sólo a Jesús sino a la misma Iglesia, que continúa en la tierra la misión salvadora de Cristo. El Papa Juan XXIII incorporó su nombre al Canon Romano, para que todos los cristianos -en el momento en que Cristo se hace presente en el altar- veneremos su memoria.

A San José Dios le encomendó la inmensa responsabilidad y privilegio de ser esposo de la Virgen María y custodio de la Sagrada Familia. Es por eso el santo que más cerca esta de Jesús y de la Stma. Virgen María.

Nuestro Señor fue llamado "hijo de José" (Juan 1:45; 6:42; Lucas 4:22) el carpintero (Mateo 12:55).

No era padre natural de Jesús (quién fue engendrado en el vientre virginal de la Stma. Virgen María por obra del Espíritu Santo y es Hijo de Dios), pero José lo adoptó y Jesús se sometió a el como un buen hijo ante su padre. ¡Cuánto influenció José en el desarrollo humano del niño Jesús! ¡Qué perfecta unión existió en su ejemplar matrimonio con María!

San José es llamado el "Santo del silencio" No conocemos palabras expresadas por él, tan solo conocemos sus obras, sus actos de fe, amor y de protección como padre responsable del bienestar de su amadísima esposa y de su excepcional Hijo. José fue "santo" desde antes de los desposorios. Un "escogido" de Dios. Desde el principio recibió la gracia de discernir los mandatos del Señor.

Las principales fuentes de información sobre la vida de San José son los primeros capítulos del evangelio de Mateo y de Lucas. Son al mismo tiempo las únicas fuentes seguras por ser parte de la Revelación.

San Mateo (1:16) llama a San José el hijo de Jacob; según San Lucas (3:23), su padre era Heli. Probablemente nació en Belén, la ciudad de David del que era descendiente. Pero al comienzo de la historia de los Evangelios (poco antes de la Anunciación), San José vivía en Nazaret.

Según San Mateo 13:55 y Marcos 6:3, San José era un "tekton". La palabra significa en particular que era carpintero. San Justino lo confirma (Dial. cum Tryph., lxxxviii, en P. G., VI, 688), y la tradición ha aceptado esta interpretación.

viernes, 18 de marzo de 2011

jueves, 17 de marzo de 2011

2º Domingo de Cuaresma. Reflexiones


La Palabra de Dios: camino de la Cuaresma


II DOMINGO DE CUARESMA –A-

Dios revela a las columnas de la Iglesia (Pedro, Santiago y Juan), germen de la comunidad futura, el sentido de la persona de Jesús como nueva ley y llama a su seguimiento: "¡Escuchadle!". Como un nuevo Sinaí, la ley personificada en la persona de Moisés y los profetas en la de Elías, ceden el paso a la palabra de Dios encarnada que será el definitivo camino verdadero y viviente. La voluntad de Dios no está ya en la ley de Moisés, sino en la persona de Jesús. EVANGELIO de San Mateo 7,1-9.

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos y su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces tomó la palabra y dijo a Jesús: Señor, ¡qué hermoso es estar aquí! Si quieres, haré tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo. Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y tocándolos les dijo: Levantaos, no temáis. Al alzar los ojos no vieron a nadie más que a Jesús solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos.

Reflexión:

¿Quiénes acompañaban a Jesús en la montaña?

¿Quiénes aparecieron? ¿Qué dijo Pedro?

¿Qué voz se escuchó desde la nube luminosa?

¿Cómo escuchamos hoy la voz de Dios?

¿Quién es Jesús para ti? ¿Cómo lo haces vida?

Compromiso: Participa en la Eucaristía del Domingo y escucha con atención las lecturas de la Palabra de Dios. Acércate a toma el Cuerpo del Señor y dale gracias después de la comunión. Acuérdate de participar con una limosna para los más pobres.

Oración: TU ROSTRO BUSCARÉ, SEÑOR

Si me escondes tu rostro, viene la noche, mi vida pierde su sentido, el vacío.

Tu rostro buscaré, aunque esté desfigurado,

oculto en el rostro de los pequeños, herido en el rostro de los pobres,

manchado en el rostro de los oprimidos.

Tu rostro buscaré en los montes del Tabor o del Calvario,

en la oración escondida y en la cruz transfigurada,

escuchando tu silencio y esperando tu palabra.

¡Viva Jesús en nuestros corazones!



martes, 15 de marzo de 2011

Actividades preparadas para la Cruz de los jóvenes

La Cruz de los Jóvenes en nuestra Diócesis

Participa en los turnos de vela.

Durante todas las noches que la Cruz de la JMJ y el Icono de la Virgen se encuentren en nuestra diócesis, podremos velarlos y acompañarlos en los distintos lugares donde permanecerán.

Todas las parroquias, colegios, congregaciones, movimientos, comunidades o grupos están invitados a participar. Pueden asistir individualmente y unirse a la oración en cualquier hora pues las iglesias estarán siempre abiertas para la oración, o encargarse de algunos de los turnos de vela (aún quedan algunos libres).

En Chipiona, en el Santuario de Ntra. Sra. de Regla, la noche del domingo al lunes (para encargarse de un turno de vela, contactar con Carlos Redondo, tfno. 956 909 094)

En Arcos de la Fra., en la Parroquia de San Francisco o Colegio de la Salle, la noche del lunes al martes (para encargarse de un turno de vela, contactar con Luis Piñero, tfno. 956 712 348).

En Jerez, en el Seminario Diocesano, la noche del martes al miércoles.
Ya tienen turnos de velas asignados:
00.00-01.00 – El Colegio Virgen del Perpetuo Socorro – Montealto.
01.00-02.00 – Movimiento de Cursillos de Cristiandad
02.00-03.00 – Movimiento Christifideles Laici para la Nueva Evangelización
03.00-04.00 – Renovación Carismática Católica

Aún hay turnos disponibles (para encargarse de un turno de vela, contactar con Lorenzo Morant, tfno. 626 843 436)
También en Jerez, en la Catedral, la noche del miércoles al jueves, de 23.00 a 03.00 de la mañana. Después la Cruz será trasladada a la Cartuja, donde la Comunidad de Hermanas de Belén se encargarán de velar la Cruz, con quienes quieran acompañarla.

En El Puerto de Santa María, en la Iglesia Mayor Prioral (para encargarse de un turno de vela, contactar con Diego Valle, tfno. 956 851 716).

lunes, 14 de marzo de 2011

rezandovoy.org

Rezar requiere espacio, tiempo, escucha. A menudo, en lo cotidiano, no abunda ninguno de esos tres ingredientes. Y, sin embargo, aprender a buscar a Dios en medio del día a día es urgente…

Ofrecer cada día, de lunes a viernes, una oración en audio, de poco más de diez minutos, para que la puedas descargar y llevar contigo, en tu reproductor de mp3, Ipod, o la escuches desde el mismo ordenador es la propuesta para esta cuaresma de www.rezandovoy.org

domingo, 13 de marzo de 2011

Reflexión al evangelio del Primer Domingo de Cuaresma

MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI PARA LA CUARESMA 2011

«Con Cristo sois sepultados en el Bautismo,
con él también habéis resucitado» (cf. Col 2, 12)




Queridos hermanos y hermanas:


La Cuaresma, que nos lleva a la celebración de la Santa Pascua, es para la Iglesia un tiempo litúrgico muy valioso e importante, con vistas al cual me alegra dirigiros unas palabras específicas para que lo vivamos con el debido compromiso. La Comunidad eclesial, asidua en la oración y en la caridad operosa, mientras mira hacia el encuentro definitivo con su Esposo en la Pascua eterna, intensifica su camino de purificación en el espíritu, para obtener con más abundancia del Misterio de la redención la vida nueva en Cristo Señor (cf. Prefacio I de Cuaresma).


1. Esta misma vida ya se nos transmitió el día del Bautismo, cuando «al participar de la muerte y resurrección de Cristo» comenzó para nosotros «la aventura gozosa y entusiasmante del discípulo» (Homilía en la fiesta del Bautismo del Señor, 10 de enero de 2010). San Pablo, en sus Cartas, insiste repetidamente en la comunión singular con el Hijo de Dios que se realiza en este lavacro. El hecho de que en la mayoría de los casos el Bautismo se reciba en la infancia pone de relieve que se trata de un don de Dios: nadie merece la vida eterna con sus fuerzas. La misericordia de Dios, que borra el pecado y permite vivir en la propia existencia «los mismos sentimientos que Cristo Jesús» (Flp 2, 5) se comunica al hombre gratuitamente.


El Apóstol de los gentiles, en la Carta a los Filipenses, expresa el sentido de la transformación que tiene lugar al participar en la muerte y resurrección de Cristo, indicando su meta: que yo pueda «conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos» (Flp 3, 10-11). El Bautismo, por tanto, no es un rito del pasado sino el encuentro con Cristo que conforma toda la existencia del bautizado, le da la vida divina y lo llama a una conversión sincera, iniciada y sostenida por la Gracia, que lo lleve a alcanzar la talla adulta de Cristo.


Un nexo particular vincula al Bautismo con la Cuaresma como momento favorable para experimentar la Gracia que salva. Los Padres del Concilio Vaticano II exhortaron a todos los Pastores de la Iglesia a utilizar «con mayor abundancia los elementos bautismales propios de la liturgia cuaresmal» (Sacrosanctum Concilium, 109). En efecto, desde siempre, la Iglesia asocia la Vigilia Pascual a la celebración del Bautismo: en este Sacramento se realiza el gran misterio por el cual el hombre muere al pecado, participa de la vida nueva en Jesucristo Resucitado y recibe el mismo espíritu de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos (cf. Rm 8, 11). Este don gratuito debe ser reavivado en cada uno de nosotros y la Cuaresma nos ofrece un recorrido análogo al catecumenado, que para los cristianos de la Iglesia antigua, así como para los catecúmenos de hoy, es una escuela insustituible de fe y de vida cristiana: viven realmente el Bautismo como un acto decisivo para toda su existencia.


2. Para emprender seriamente el camino hacia la Pascua y prepararnos a celebrar la Resurrección del Señor —la fiesta más gozosa y solemne de todo el Año litúrgico—, ¿qué puede haber de más adecuado que dejarnos guiar por la Palabra de Dios? Por esto la Iglesia, en los textos evangélicos de los domingos de Cuaresma, nos guía a un encuentro especialmente intenso con el Señor, haciéndonos recorrer las etapas del camino de la iniciación cristiana: para los catecúmenos, en la perspectiva de recibir el Sacramento del renacimiento, y para quien está bautizado, con vistas a nuevos y decisivos pasos en el seguimiento de Cristo y en la entrega más plena a él.


El primer domingo del itinerario cuaresmal subraya nuestra condición de hombre en esta tierra. La batalla victoriosa contra las tentaciones, que da inicio a la misión de Jesús, es una invitación a tomar conciencia de la propia fragilidad para acoger la Gracia que libera del pecado e infunde nueva fuerza en Cristo, camino, verdad y vida (cf. Ordo Initiationis Christianae Adultorum, n. 25). Es una llamada decidida a recordar que la fe cristiana implica, siguiendo el ejemplo de Jesús y en unión con él, una lucha «contra los Dominadores de este mundo tenebroso» (Ef 6, 12), en el cual el diablo actúa y no se cansa, tampoco hoy, de tentar al hombre que quiere acercarse al Señor: Cristo sale victorioso, para abrir también nuestro corazón a la esperanza y guiarnos a vencer las seducciones del mal.


El Evangelio de la Transfiguración del Señor pone delante de nuestros ojos la gloria de Cristo, que anticipa la resurrección y que anuncia la divinización del hombre. La comunidad cristiana toma conciencia de que es llevada, como los Apóstoles Pedro, Santiago y Juan «aparte, a un monte alto» (Mt 17, 1), para acoger nuevamente en Cristo, como hijos en el Hijo, el don de la gracia de Dios: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle» (v. 5). Es la invitación a alejarse del ruido de la vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios: él quiere transmitirnos, cada día, una palabra que penetra en las profundidades de nuestro espíritu, donde discierne el bien y el mal (cf. Hb 4, 12) y fortalece la voluntad de seguir al Señor.


La petición de Jesús a la samaritana: «Dame de beber» (Jn 4, 7), que se lee en la liturgia del tercer domingo, expresa la pasión de Dios por todo hombre y quiere suscitar en nuestro corazón el deseo del don del «agua que brota para vida eterna» (v. 14): es el don del Espíritu Santo, que hace de los cristianos «adoradores verdaderos» capaces de orar al Padre «en espíritu y en verdad» (v. 23). ¡Sólo esta agua puede apagar nuestra sed de bien, de verdad y de belleza! Sólo esta agua, que nos da el Hijo, irriga los desiertos del alma inquieta e insatisfecha, «hasta que descanse en Dios», según las célebres palabras de san Agustín.


El domingo del ciego de nacimiento presenta a Cristo como luz del mundo. El Evangelio nos interpela a cada uno de nosotros: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?». «Creo, Señor» (Jn 9, 35.38), afirma con alegría el ciego de nacimiento, dando voz a todo creyente. El milagro de la curación es el signo de que Cristo, junto con la vista, quiere abrir nuestra mirada interior, para que nuestra fe sea cada vez más profunda y podamos reconocer en él a nuestro único Salvador. Él ilumina todas las oscuridades de la vida y lleva al hombre a vivir como «hijo de la luz».


Cuando, en el quinto domingo, se proclama la resurrección de Lázaro, nos encontramos frente al misterio último de nuestra existencia: «Yo soy la resurrección y la vida... ¿Crees esto?» (Jn 11, 25-26). Para la comunidad cristiana es el momento de volver a poner con sinceridad, junto con Marta, toda la esperanza en Jesús de Nazaret: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo» (v. 27). La comunión con Cristo en esta vida nos prepara a cruzar la frontera de la muerte, para vivir sin fin en él. La fe en la resurrección de los muertos y la esperanza en la vida eterna abren nuestra mirada al sentido último de nuestra existencia: Dios ha creado al hombre para la resurrección y para la vida, y esta verdad da la dimensión auténtica y definitiva a la historia de los hombres, a su existencia personal y a su vida social, a la cultura, a la política, a la economía. Privado de la luz de la fe todo el universo acaba encerrado dentro de un sepulcro sin futuro, sin esperanza.


El recorrido cuaresmal encuentra su cumplimiento en el Triduo Pascual, en particular en la Gran Vigilia de la Noche Santa: al renovar las promesas bautismales, reafirmamos que Cristo es el Señor de nuestra vida, la vida que Dios nos comunicó cuando renacimos «del agua y del Espíritu Santo», y confirmamos de nuevo nuestro firme compromiso de corresponder a la acción de la Gracia para ser sus discípulos.


3. Nuestro sumergirnos en la muerte y resurrección de Cristo mediante el sacramento del Bautismo, nos impulsa cada día a liberar nuestro corazón del peso de las cosas materiales, de un vínculo egoísta con la «tierra», que nos empobrece y nos impide estar disponibles y abiertos a Dios y al prójimo. En Cristo, Dios se ha revelado como Amor (cf. 1 Jn 4, 7-10). La Cruz de Cristo, la «palabra de la Cruz» manifiesta el poder salvífico de Dios (cf. 1 Co 1, 18), que se da para levantar al hombre y traerle la salvación: amor en su forma más radical (cf. Enc. Deus caritas est, 12). Mediante las prácticas tradicionales del ayuno, la limosna y la oración, expresiones del compromiso de conversión, la Cuaresma educa a vivir de modo cada vez más radical el amor de Cristo. El ayuno, que puede tener distintas motivaciones, adquiere para el cristiano un significado profundamente religioso: haciendo más pobre nuestra mesa aprendemos a superar el egoísmo para vivir en la lógica del don y del amor; soportando la privación de alguna cosa —y no sólo de lo superfluo— aprendemos a apartar la mirada de nuestro «yo», para descubrir a Alguien a nuestro lado y reconocer a Dios en los rostros de tantos de nuestros hermanos. Para el cristiano el ayuno no tiene nada de intimista, sino que abre mayormente a Dios y a las necesidades de los hombres, y hace que el amor a Dios sea también amor al prójimo (cf. Mc 12, 31).


En nuestro camino también nos encontramos ante la tentación del tener, de la avidez de dinero, que insidia el primado de Dios en nuestra vida. El afán de poseer provoca violencia, prevaricación y muerte; por esto la Iglesia, especialmente en el tiempo cuaresmal, recuerda la práctica de la limosna, es decir, la capacidad de compartir. La idolatría de los bienes, en cambio, no sólo aleja del otro, sino que despoja al hombre, lo hace infeliz, lo engaña, lo defrauda sin realizar lo que promete, porque sitúa las cosas materiales en el lugar de Dios, única fuente de la vida. ¿Cómo comprender la bondad paterna de Dios si el corazón está lleno de uno mismo y de los propios proyectos, con los cuales nos hacemos ilusiones de que podemos asegurar el futuro? La tentación es pensar, como el rico de la parábola: «Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años... Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma”» (Lc 12, 19-20). La práctica de la limosna nos recuerda el primado de Dios y la atención hacia los demás, para redescubrir a nuestro Padre bueno y recibir su misericordia.


En todo el período cuaresmal, la Iglesia nos ofrece con particular abundancia la Palabra de Dios. Meditándola e interiorizándola para vivirla diariamente, aprendemos una forma preciosa e insustituible de oración, porque la escucha atenta de Dios, que sigue hablando a nuestro corazón, alimenta el camino de fe que iniciamos en el día del Bautismo. La oración nos permite también adquirir una nueva concepción del tiempo: de hecho, sin la perspectiva de la eternidad y de la trascendencia, simplemente marca nuestros pasos hacia un horizonte que no tiene futuro. En la oración encontramos, en cambio, tiempo para Dios, para conocer que «sus palabras no pasarán» (cf. Mc 13, 31), para entrar en la íntima comunión con él que «nadie podrá quitarnos» (cf. Jn 16, 22) y que nos abre a la esperanza que no falla, a la vida eterna.


En síntesis, el itinerario cuaresmal, en el cual se nos invita a contemplar el Misterio de la cruz, es «hacerme semejante a él en su muerte» (Flp 3, 10), para llevar a cabo una conversión profunda de nuestra vida: dejarnos transformar por la acción del Espíritu Santo, como san Pablo en el camino de Damasco; orientar con decisión nuestra existencia según la voluntad de Dios; liberarnos de nuestro egoísmo, superando el instinto de dominio sobre los demás y abriéndonos a la caridad de Cristo. El período cuaresmal es el momento favorable para reconocer nuestra debilidad, acoger, con una sincera revisión de vida, la Gracia renovadora del Sacramento de la Penitencia y caminar con decisión hacia Cristo.


Queridos hermanos y hermanas, mediante el encuentro personal con nuestro Redentor y mediante el ayuno, la limosna y la oración, el camino de conversión hacia la Pascua nos lleva a redescubrir nuestro Bautismo. Renovemos en esta Cuaresma la acogida de la Gracia que Dios nos dio en ese momento, para que ilumine y guíe todas nuestras acciones. Lo que el Sacramento significa y realiza estamos llamados a vivirlo cada día siguiendo a Cristo de modo cada vez más generoso y auténtico. Encomendamos nuestro itinerario a la Virgen María, que engendró al Verbo de Dios en la fe y en la carne, para sumergirnos como ella en la muerte y resurrección de su Hijo Jesús y obtener la vida eterna.


Vaticano, 4 de noviembre de 2010


BENEDICTUS PP. XVI